July 12, 2015
“Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en él con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en Cristo…para que fuéramos santos e irreprochables a sus ojos…” ¡Lo que Dios desea para nosotros es verdaderamente maravilloso pero también una vergüenza para nosotros!
Dios respire el aliento de vida en cada uno de nosotros. Dios nos da el don de la vida con el deseo que vivamos en y con Dios ahora y para siempre. ¡Que una gran gracia y bendición para nosotros! Vivimos en y con Dios cuando estamos fieles a Dios – fieles a Dios en nuestra oración, fieles a Dios cuando la enseñanza de Dios forma lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos, fieles a Dios cuando permitimos que Dios nos use como instrumentos a través de quien Dios se hace presente en nuestro mundo. Cuando servimos como instrumentos a través de quien Dios está presente en nuestro mundo, entonces estamos viviendo en y con Dios también en nuestras relaciones con otras personas. Sabemos que Dios desea que estemos abiertos a todas las personas en amor, que seamos personas de perdón y reconciliación, que seamos personas que tienen una preocupación profunda para los pobres, los olvidados, los abandonados. ¡Cuando vivimos en fidelidad a Dios, somos santos – un reflejo de Dios a nuestro mundo y nuestras vidas son irreprochables. ¡Que dignidad tan maravillosa que podemos tener como hijos de Dios!
Nuestra vergüenza es nuestro reconocimiento de nuestro infidelidad a Dios. ¿Cuántas veces he descuidado a Dios a través de una carencia de la atención a oración? ¿Cuántas veces no he permitido que la enseñanza de Dios forme lo que pienso, lo que digo y lo que hago? ¿Cuántas veces no he aceptado mi responsabilidad de ser el instrumento a través de quien Dios está presente en nuestro mundo a través mi compasión, mi aceptación de todas las personas, y el perdón y reconciliación que ofrezco a todos? ¿Cuántas veces no he tenido una preocupación profunda para los pobres y los olvidados? Grande es la dignidad que Dios me ofrece pero demasiado a menudo rechazo esa dignidad por no vivir en fidelidad a Dios.
¡Oremos hoy que abracemos la dignidad maravillosa que Dios nos ofrece!