May 13, 2016
Un Dios, Un Espíritu, Un Pueblo
Hoy celebramos la gran fiesta de Pentecostés – el don del Espíritu de Dios a nosotros.
En su carta a los Romanos, San Pablo nos recuerde que con el don del Espíritu de Dios hemos recibido un “espíritu de hijos, en virtud del cual podemos llamar Padre a Dios. El mismo Espíritu Santo, a una con nuestro propio espíritu, da testimonio de que somos hijos de Dios.” Todos nosotros somos hijos de Dios y somos llamados a vivir en una relación rica de intimidad con Dios. Es el Espíritu que mueve nuestros corazones para buscar esta relación con Dios. Es el Espíritu que nos guía como tratamos de lograr una relación profunda con Dios. Y es el Espíritu que nos guía como tratamos de vivir en fidelidad a Dios en nuestras vidas diarias. ¿Aceptamos nuestra necesidad de un padre amoroso que, a través de su único Hijo Jesucristo, nos muestra el camino de vida a través del cual participamos en la vida de Dios ahora y la plenitud de la vida de Dios después de nuestras muertes? ¿Queremos una intimidad rica y profunda con Dios incluso si esa intimidad con Dios nos revela la necesidad de cambios significativos en nuestras vidas? ¿Estamos abiertos al Espíritu de Dios como el Espíritu de Dios nos lleva en una intimidad más profunda con Dios que es reflejado en cómo vivimos nuestras vidas?
En su carta a los Corintios, San Pablo nos recuerde: “Porque todos nosotros, seamos judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo…” En este tiempo cuando hay muchas voces públicas que tratan de dividirnos (ciudadanos e inmigrantes, hombres y mujeres, ricos y pobres), tenemos que recordar que somos un cuerpo en Cristo, igual en dignidad. Cuando cualquier miembro del cuerpo sufre, todos sufrimos. Cuando hay una amenaza a la dignidad de cualquier miembro, es una amenaza a la dignidad de todos los miembros. ¿Aceptamos nuestra unidad fundamental y dignidad en Cristo o existe la necesidad de arraigar prejuicio persistente o sesgo de nuestros corazones? ¿Están nuestros corazones abiertos a la conversión que necesitamos y que el Espíritu puede efectuar?
Nuestra celebración del don del Espíritu de Dios a nosotros nos desafía a profundizar nuestra relación con Dios para que podamos ver a todas las personas como iguales en dignidad a nosotros.
Padre Marcos Hallinan, S.J.