September 30, 2018
“Todo el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo,
les aseguro que no perderá su recompensa.”
(Marcos 9:41)
“El mundo es un mundo de gracia” es el título de un libro del P Leo O´Donovan, S.J. que cambió mi manera de ver al mundo, la iglesia y todos los hombres de mi derredor cuando empezaba la teología en Cambridge, MA, en el año 1991. Pero con el mismo don agradecido puedo decir que estos 36 años de vida jesuita me han hecho sentir la gracia de Dios en diversas circunstancias y personas incluyendo situaciones y personajes inesperados. Por eso me uno a sus esperanzas e inclino mi cabeza al dador de todas las gracias, Nuestro Señor Jesucristo.
Hoy nos encontramos con las lecturas que hacen referencia a los Israelitas que pedían a Moisés que intercediera por ellos y con que los discípulos de Jesús le pedían que expulsara a los demonios. Paralelamente las lecturas hablan del don de profecía que Dios confirió a los 72 discípulos y también de un extraño que expulsaba demonios en el nombre de Jesús. Moisés y Jesús responden de la misma manera a las objeciones de los otros que no son capaces de ver el bien que proviene de otros: “el Espíritu del Señor está sobre ellos. Ellos están de nuestro lado.”
Dios no menosprecia los dones o gracias personales cuando reparte sus dones en todo su pueblo. ¿O acaso la habilidad de profetizar propia de Moisés disminuyó porque los 72 discípulos recibieron ese mismo don? No. ¿Los exorcismos practicados por Jesús eran menos efectivos porque otros también lo hacían en su nombre? Por supuesto que NO. La gracia de Dios no es limitada a unos pocos. No podemos poner límites a la gracia de Dios. Vivimos en un mundo de gracia. 36 años después puedo continuar diciendo que “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres.” Vivir a su servicio y ser su pastor y su servidor me anima a mirar en cada uno de ustedes como a aquellos que también han recibido la gracia de Dios para servicio de la comunidad. Con Jesús en el Evangelio de hoy no puedo menos que agradecer por estos primeros 36 años de vida religiosa porque cada vez que me han dado un vaso de agua, su cariño y su comprensión lo han hecho por Cristo y no perderán su recompensa. A.M.D.G.
Padre Hernán, S.J.