April 24, 2015
Ser Hijos de Dios es una Bendición no un Insulto
Somos hijos de Dios. ¿Es esta, declaración de fe atractiva para nosotros o repelente para nosotros?
¿Por qué somos hijos de Dios? Como cristianos, creemos que en el bautismo, participamos actualmente en la vida de Jesús, el único hijo de Dios. Como compartimos la vida con el único hijo de Dios, somos los hijos adoptivos de Dios a través de Jesús. El autor de la carta de San Juan nos recuerda que nuestro estatus como hijos de Dios es una señal del gran amor que Dios tiene para nosotros. Dios desea que compartamos la vida de Dios ahora, a través de Jesús, para que un día experimentemos la plenitud de la vida en Dios, experimentemos la resurrección de la vida eterna.
Algunas veces, resistimos la idea que somos hijos de Dios. Si reconocemos que somos hijos de Dios, entonces reconocemos que dependemos de Dios que es padre y madre para nosotros. Si reconocemos que somos hijos de Dios, entonces reconocemos que necesitamos el consejo, la instrucción, y la disciplina que un padre ideal ofrece para que su hijo pueda florecer. Nos gusta afirmar nuestra adultez en nuestra relación con Dios. No queremos depender de Dios. Queremos poder elegir si aceptaremos el consejo, la instrucción y la disciplina de Dios. Y, de hecho, Dios respeta nuestra decisión en cuanto a cómo nos relacionamos con Dios porque su amor nunca puede ser coaccionado. ¿Somos libres para amar a Dios o no? Somos libres para amar a Dios en nuestros propios términos. El problema es que a menudo no somos tan maduros espiritualmente como creemos que somos. Como resultado, las ‘decisiones adultas’ que hacemos, en cuanto a cómo nos relacionamos con Dios y que instrucción vamos a aceptar de Dios, puede llevarnos lejos del florecimiento humano autentico que Dios desea para todos los hijos de Dios. Tanto como resistimos a ser hijos de Dios es solamente en la aceptación de nuestra dependencia de Dios y nuestra necesidad de la instrucción, el consejo y la disciplina de Dios que podemos disfrutar la plenitud de vida que es el desea de Dios para nosotros.
En esta temporada de Pascua, deberíamos orar por la gracia de apreciar que ser los hijos de Dios es, de hecho, una señal del gran amor que nos Dios tiene por nosotros.
P. Marcos Hallinan, S.J