November 9, 2014
“…El templo de Dios es santo y ustedes son ese templo.” Estas palabras de San Pablo en su carta a los Corintios nos recuerdan de la dignidad que es nuestra y nos desafían a honrar esa dignidad.
Toda humanidad es un portador de la imagen divina porque toda humanidad ha sido
creada por el único Dios que creó a todos nosotros iguales en dignidad. Como portadores de la imagen divina, todos nosotros tenemos una santidad inherente que nadie puede negar, amenazar o violar. Cuando decimos malas palabras a otra persona, blasfemamos contra Dios en cuya imagen esta persona ha sido creada. Cuando engañamos a otra persona, explotamos a otra persona, blasfemamos contra Dios. Cuando tratamos a otra persona diferentemente debido a su raza, su religión, o su clase social, blasfemamos contra Dios. Todos nosotros tenemos que examinar nuestras vidas para ver donde en nuestras vidas hemos tratado a otras personas en una manera que blasfema contra Dios en cuya imagen todos nosotros nos hemos sido creados.
Como cristianos, tenemos una dignidad especial debido a nuestro bautismo a través del
cual compartimos en la vida de Jesucristo, compartimos en la vida Dios. El Espíritu de Dios
mora en nosotros para que seamos templos verdaderos del Espíritu Santo, un morada de Dios.
Cuando tomando en exceso, profanamos el templo de Dios que es nuestro cuerpo. Cuando nos
cometemos actos sexuales que no son apropiados para nuestro estado en la vida, profanamos el
templo de Dios que es nuestro cuerpo. Cuando comemos en exceso y no hacemos ejercicio
regularmente, profanamos el templo de Dios que es nuestro cuerpo. ¿En qué maneras no respeto
el templo de Dios que es mi cuerpo? ¿Cultivo el Espíritu de Dios dentro de mí para que la
presencia de Dios brille en nuestro mundo a través de mí?
Hoy celebramos la dignidad especial que es nuestra. Que respetemos siempre esta misma
dignidad en cada persona.