June 18, 2017
El Don y el Desafío de la Eucaristía
Como celebramos la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor, deberíamos recordar que la Eucaristía tiene dos propósitos fundamentales que no se puede separar.
Jesús nos alimenta con su propio cuerpo y sangre para afirmar su amor profundo para cada uno de nosotros y fortalecer nuestra intimidad con él. Siempre deberíamos recordar que compartimos en la vida de Cristo Resucitado ahora a través de nuestro bautismo. Tristemente, algunas veces descuidamos la vida de Cristo Resucitado dentro nosotros. No cultivamos esa vida a través de oración, participación activa en los sacramentos, y nuestros esfuerzos de vivir nuestras vidas en conformidad con la vida de Jesucristo. Cada vez que recibimos el cuerpo y la sangre de Jesucristo, deberíamos ofrecer dos oraciones. Primero, deberíamos pedir perdón por las maneras en que hemos descuidado la vida de Cristo Resucitado dentro de nosotros. Segundo, deberíamos dar gracias por este gran don cuyo objetivo es renovar y fortalecer la vida de Cristo Resucitado dentro de nosotros. Como ofrecemos esta segunda oración, deberíamos pedirle a Jesús que profundice y fortalezca nuestra relación con él.
También, Jesús nos alimenta con su cuerpo y su sangre para que podamos ser Jesús en nuestro mundo. La fuerza de nuestra relación con Cristo Resucitado será evidente en la medida en que sus valores forman nuestras vidas, es decir, sus valores influyen como hablamos y actuamos en nuestro mundo cada día. Como oramos a Jesús que fortalezca nuestra relación con él, siempre deberíamos recordar que nos damos testimonio de la fuerza de nuestra relación con Cristo a través de la fuerza de nuestra encarnación de él en nuestro mundo y en nuestro tiempo. ¿Ven otras personas en nuestras vidas su compasión, su misericordia, su perdón, su generosidad, su fidelidad a la voluntad de Dios, nuestro Padre, y la bienvenida que ofreció a todas las personas sin excepción? Cuando recibimos la Eucaristía, el cuerpo y la sangre de Jesucristo, deberíamos tener el deseo sincero de encarnar sus valores en nuestras vidas para que nuestras vidas ofrezcan prueba viva de la fuerza de nuestra relación con él.
¡Siempre recordar por que recibimos este don hermoso y lo que este don requiere de nosotros!
Padre Marcos Hallinan, S.J