September 23, 2016
El Camino a la Vida Eterna
“…Lleva una vida de rectitud, piedad, fe, amor, paciencia, y mansedumbre…conquista la vida eterna…” ¿Podemos vivir esta instrucción simple de San Pablo?
Rectitud. Rectitud no es una religiosidad severa y dura. En cambio, rectitud significa estar en una relación correcta/buena con Dios y con su prójimo. No podemos separar los dos. Tenemos crecer diariamente en nuestro amor para Dios y nuestra fidelidad a Dios que será evidente en como tratamos a otras personas porque todas las personas son las portadoras de la imagen y semejanza de Dios. No podemos decir que amamos el Dios no puede ver, si no amamos el Dios que está presente en cada ser humano.
Piedad/Fe. Fe no es la ausencia de duda o una confianza ciega en Dios. La fe es un compromiso con Dios debido a nuestra experiencia real que Dios nos ama y desea sólo lo que es bueno para nosotros. Si hemos experimentado el amor de Dios para nosotros, y para el pueblo de Dios, y hemos experimentado el cuidado de Dios para nosotros, y para el pueblo de Dios, entonces podemos confiar en lo que Dios nos pide aun cuando algunas veces tenemos dudas o es difícil aceptar lo que Dios nos pide. Decimos, “Si,” a Dios porque hemos experimentado el amor fiel de Dios para nosotros – individualmente y como un miembro de la familia de Dios.
Amor. Esto es el amor de Jesucristo – un amor que requiere mucho de nosotros. Este amor exige un don total de sí mismo. Es un amor que abraza todos y excluye nadie. Es un amor que perdone todas las personas. Es un amor que tiene una preocupación particular para los pobres y las personas sin poder en nuestro mundo.
Paciencia/Mansedumbre. En una sociedad que es muy agresiva y que espera resultados inmediatamente, es difícil cultivar las virtudes de paciencia y mansedumbre. Comenzamos por ser pacientes con nosotros mismos – paciente con nuestras faltas, nuestros fracasos y nuestras peculiaridades. Como resultado debemos ser paciente con otras personas – con sus faltas, sus fracasos y sus peculiaridades. Somos suaves con nosotros mismos cuando no somos la persona que desea ser para que podamos ser suaves con otras personas cuando ellos no cumplen con nuestras expectativas de ellos.
Si tratamos de vivir estas virtudes cada día, San Pablo nos asegura que disfrutaremos la vida eterna.
Padre Marcos Hallinan, S.J.