May 13, 2018
“Vayan por todo el mundo y proclamen la
Buena Nueva a toda la creación”
(Marcos 16:15)
El evangelio no dice nada de este período de 40 días entre la resurrección y la ascensión. Sin embargo, el número 40 se usa en la Biblia para indicar plenitud, sobre todo cuando se refiere a un período de tiempo. El diluvio dura 40 días y 40 noches; la marcha de los israelitas por el desierto, 40 años; el ayuno de Jesús, 40 días… Se podrían citar otros muchos ejemplos. En este caso, lo que pretende decir Lucas en la primera lectura es que los discípulos necesitaron más de un día para convencerse de la resurrección de Jesús, y que Jesús se les hizo especialmente presente durante el tiempo que consideró necesario.
Lo importante de la Solemnidad de la Ascensión es que Jesús llamó a sus discípulos para que continuaran con su misión. Él les mandó a sus discípulos que proclamen la Buena Nueva, prediquen, enseñen, bauticen y sean sus testigos hasta los confines de la tierra. Hoy, nosotros estamos llamados a continuar con esta misma misión. Al igual que los discípulos 2000 años atrás, nosotros estamos llamados a pregonar el mensaje de salvación, ser testigos y construir el cuerpo de Cristo que nos habla San Pablo en la segunda lectura. Parafraseando a los ángeles de la primera lectura, hoy no es tiempo de seguir mirando al cielo. En palabras del Papa Francisco, es tiempo de ser actores de una Iglesia en salida.
Hoy celebramos el día en que Cristo subió a su gloria y volvió a su Padre Celestial. Marcos que no describe la escena de la partida, pero escribe específicamente el mandato de anunciar la Buena Nueva o Evangelio a toda la creación. Por eso hoy es tiempo de preguntarnos qué podemos hacer para continuar con esta misión en el aquí y ahora de nuestras vidas. Por eso el Papa Francisco decía hace dos años que “la Fiesta de la Ascensión de Jesús al cielo da inicio a una vida nueva que lleva a anunciar el amor de Dios en todo lugar y circunstancia.” Para el Papa Francisco, celebramos la Ascensión de Jesús cuando “contemplamos el misterio de Jesús que sale de nuestro espacio terreno para entrar en la plenitud de la gloria de Dios, llevando consigo nuestra humanidad”. El misterio de Jesús que sube al cielo debe recordarnos que su promesa es que no nos dejará solos en nuestro afán por construir su cuerpo. Por el mismo Jesús sabemos que el Espíritu Santo vendrá en nuestra ayuda. Es en esta confianza que nos atrevemos a predicar, evangelizar, animar, sanar y reconciliar para ser fieles a la misión de Jesús.
P. Hernán, S.J.