June 26, 2015
Un Dios de Vida
“Dios no hizo la muerte; ni se recrea en la destrucción de los vivientes.” Es importante que escuchemos y apreciemos estas palabras del libro de Sabiduría.
Hay una caricatura común del Dios del Antiguo Testamento como un Dios de cólera y muerte. De hecho, el Dios del Antiguo Testamento es un Dios que desea la vida para su pueblo y Dios hizo las cosas extraordinarias para proporcionarlos con esta vida. Dios liberó al pueblo de Israel de su esclavitud en Egipto, los condujo a través de desierto y los sostuvo en su viaje, y les dio la tierra que sería la suya para siempre. Cuando el pueblo de Dios vivía en una manera que era un rechazo de la vida que Dios les ofreció, Dio les envió los profetas para devolverlos a la vida que fue la voluntad de Dios para ellos. El Dios del Antiguo Testamento fue un Dios que deseó sólo la vida para su pueblo, no la muerte. Si el pueblo siguiera el camino de Dios, ellos experimentarían la vida que fue la voluntad de Dios para ellos.
No debe ser una sorpresa para nosotros que el Dios del Antiguo Testamento fue un Dios que deseó la vida para el pueblo de Dios. Como cristianos, creemos que Jesús es la encarnación de este Dios. Jesús es la expresión perfecta del deseo de Dios que el pueblo de Dios experimente la vida, no la muerte. Jesús entregó su vida por nosotros para destruir el poder del pecado y la muerte una vez por todos para que todos pudieran vivir en la esperanza de la vida eterna. Podemos participar en la vida eterna de Dios ahora a través de nuestra fidelidad a la vida y el ejemplo de Jesucristo. Y si perseveramos en nuestra fidelidad a la vida y la enseñanza de Jesucristo a través de nuestras vidas, entonces recibiremos la vida eterna con Dios.
La elección es nuestra. Podemos elegir el camino que conduce a la vida por nuestra fidelidad a la vida y la enseñanza de Jesucristo o podemos elegir el camino que conduce a nuestra muerte por nuestro rechazo de la vida y la enseñanza de Jesucristo. Es nuestra elección. Dios no condena a ninguna persona. Nos condenamos a nosotros mismos. Con la gracia de Dios, el amor de Jesucristo, y la inspiración del Espíritu Santo, podemos elegir el camino que conduce a la vida. Que todos nosotros elegimos eso camino en las decisiones ordinarias de nuestras vidas cotidianas para que podamos disfrutar la vida de Dios ahora y para siempre.