August 21, 2016
La Disciplina de Fe
“…No desprecies la corrección, la disciplina, del Señor…” ¿Aceptamos la corrección, la disciplina, que es necesario para ser hijos e hijas de Dios?
Personas en nuestra sociedad no son reacias a la disciplina. Personas aceptan la disciplina que es necesario para bajar de peso y mantener una dieta saludable. Personas abrazan la disciplina de ejercicio para mejorar sus cuerpos. Los atletas aceptan la disciplina que se requiere para sobresalir en deportes. Personas aceptan la necesidad de horas largas en su trabajo para realizar éxito en su carrera. Los músicos y los cantores aceptan la disciplina de horas largas de practica para dominar sus instrumentos o perfeccionar su voz. Especialistas aceptan la disciplina de horas largas de estudiar para hacerse expertos en su área de interés. Aceptamos disciplina cuando queremos.
Si aceptamos la disciplina en algunas partes de nuestras vidas, ¿Por qué no aceptamos la disciplina que nuestra fe requiere? Para crecer en fe, necesitamos un hábito regular de oración, pero muchas personas no aceptan la disciplina necesaria para hacer tiempo diaria para oración. Necesitamos la Misa dominical para recordar que somos miembros del Cuerpo de Cristo. No somos creyentes individuales pero miembros de un cuerpo corporativo que es rico en diversidad, pero unido en nuestra profesión común de fe. Pero muchas personas no aceptan la disciplina necesaria para llegar a tiempo y hacer la Misa dominical una prioridad en sus vidas. Tenemos que disciplinar nuestros pensamientos, deseos, palabras y acciones para que lo que pensamos, decimos y hacemos refleje nuestra fidelidad a lo que Dios espera de nosotros como sus hijos e hijas. Desafortunadamente, muchos de nosotros no aceptan esta disciplina para que lo que pensamos, decimos y hacemos sea a menudo contrario al camino de Dios. ¿Aceptamos la disciplina que nuestra fe requiere para crecer en nuestra unidad con Dios?
Oremos por la gracia de aceptar la disciplina de Dios que necesitamos para ser verdaderos hijos e hijas de Dios.
Padre Marcos Hallinan, S.J.