January 28, 2018
“Jesús les enseñaba con autoridad”
(Marco 2:21-28)
Los dos últimos domingos escuchamos a Jesús que llamaba a sus primeros discípulos para que estuvieran con El. Las próximas dos semanas en cambio escucharemos múltiples historias de Jesús que cura a los enfermos y consuela a los afligidos. El llamamiento y los milagros son solo el inicio del ministerio público de Jesús que cada día se multiplica al mismo tiempo que se multiplica su popularidad.
La primera lectura del Libro del Deuteronomio, segunda ley, nos habla de que surgirá un profeta al que Dios mismo pondrá palabras en su boca. Dios promete a Moisés que mandará otro profeta igual a él. Recordemos que la función de los verdaderos profetas es ser la voz de Dios. La voz de los profetas se convirtió en la Palabra de Dios para su pueblo. Si bien en Jesucristo, Dios ha hablado a su pueblo, todavía Dios nos suscita hombres y mujeres que nos hablan del Dios de la justicia. Esto último lo pude comprobar en mi reciente visita a El Salvador, la tierra de Monseñor Romero.
Al contacto con los pobres y desvalidos, de los jóvenes y viejos pude sentir que como decía el también mártir Salvadoreño, P. Ignacio Ellacuría, S.J., “En Monseñor Romero, Dios ha visitado a su pueblo”. En la alegría y también en las angustias del pueblo de El Salvador y Staten Island puedo sentir con Monseñor Romero que “con este pueblo no cuesta ser pastor”.
En el Evangelio de hoy Jesús expulsa demonios y toda la gente queda asombrada. No sólo se asombran de su poder sanador sino de la manera que lo hace pues “Jesús les enseñaba todo como quien tiene autoridad”. Para el evangelista, Jesús es el profeta esperado en el Antiguo Testamento. Por lo tanto Jesús tiene la autoridad que Dios le ha dado para curar y sanar a su pueblo. En la sinagoga de Cafarnaúm toda la gente se asombra de sus enseñanzas y su poder que es capaz de callar a los espíritus impuros. Jesús no expulsa al que está poseído del lugar santo sino que a través de su palabra sanadora le devuelve la salud y la paz. Pidamos hoy para que Dios suscite nuevos profetas y nuevos pastores que lleven la paz y el consuelo a todos los que sufren sea por las enfermedades, adiciones y pobreza. Contamos contigo para que con tu ejemplo se multipliquen los apóstoles de la bondad y misericordia de Dios.
“El martirio de Mons. Romero no fue puntual en el momento de su muerte; fue un martirio-testimonio y persecución hasta su muerte. Pero también posterior, porque una vez muerto fue difamado, calumniado, ensuciado, o sea que su martirio continuó incluso por hermanos suyos en el sacerdocio y en el episcopado. ” (Papa Francisco)
Padre Hernán, S.J.