October 21, 2016
Esperamos la Corona Merecida
“He luchado bien en el combate, he corrido hasta la meta, he perseverado en la fe. Ahora sólo espero la corona merecida…” Esta declaración notable de San Pablo nos invita a considerar si podemos tener la misma confianza en cuanto a lo que nos espera en la muerte.
¿Es la declaración de San Pablo jactancia impropia? No. Es simplemente una evaluación verdadera de su propia vida. San Pablo era un discípulo remarcable de Jesucristo. A pesar de los desafíos y las dificultades que enfrentó, San Pablo exitosamente proclamó el evangelio de Jesucristo a todas las partes de Asia menor, Grecia y finalmente a Europa a través de su evangelización en Roma. No podemos comprender completamente lo difícil que era hacer lo que San Pablo hizo. Inicialmente, enfrentó escepticismo dentro de la iglesia cristiana debido a su historia como un perseguidor de los cristianos antes de su conversión. Enfrentó oposición feroz cuando insistió que la iglesia cristiana tuvo que aceptar en la iglesia a las personas que no eran judíos sin un requisito que primero ellos se hacen judíos. San Pablo enfrentó el enojo y la hostilidad de los judíos que se opusieron el evangelio cristiano y la violencia de los oficiales civiles que pensaron que Pablo era una amenaza al orden social. Finalmente, San Pablo enfrentó el problema básico del viaje que era siempre difícil y frecuentemente muy peligroso. Pero San Pablo perseveró en fe a través de todas las dificultades y desafíos que enfrentaron.
No debemos medir nuestras vidas contra la vida de San Pablo. Pocos de nosotros son llamados a hacer lo que Pablo hizo y lo hizo tan bien. Pero todos nosotros hemos recibido la llamada a ser la presencia de Cristo en nuestro mundo – la presencia de su compasión, su misericordia, su generosidad, su preocupación para los pobres, de su bienvenida que ofreció al extranjero. Si cada día nos enfocamos nuestros esfuerzos en ser más fiel a estos valores, entonces al final de nuestras vidas podemos decir con San Pablo que hemos perseverado en la fe y ahora sólo esperamos la corona merecida.
¡Que todos nosotros renovemos nuestro compromiso a nuestro discipulado en Cristo cada día para que podamos vivir en la confianza que un día la corona de gloria será nuestra!
Padre Marcos Hallinan, S.J.