February 4, 2018
“Ella se puso a servirles”
(Marcos 1:31)
En el Evangelio de este domingo continuamos escuchando las primeras historias de Jesús que sana a los enfermos y afligidos de su tiempo. Lo curioso de la entrega de Jesús por los que sufren es que cuando cura a la suegra de Simón Pedro, ella inmediatamente se pone a servirlos. Esta buena suegra quizá ni se dio cuenta que con su servicio daba lecciones a su yerno y a los que lo acompañaban. Esta mujer nos da una de las grandes lecciones del cristianismo primitivo de lo que significa ser discípulo. La vocación de los discípulos de Jesús es el servicio y entrega a todos los demás. Las lecturas de hoy son una transición progresiva desde la desesperación hacia la esperanza.
En efecto, Job, el personaje de la primera lectura ha perdido no solo sus hijos sino también sus posesiones y hasta su propia salud. En su dolor llega a exclamar: “¿Cuándo veré la felicidad otra vez?” Para Job la vida se ha vuelto insoportable y no alcanza a ver la luz que trae la esperanza. Por eso su queja quiere ser un lamento a Dios que quizá escuche su dolor. Para los estudiosos de este libro sapiencial Job es la revelación de Dios en el sufrimiento. Muchos de nosotros podemos afirmar que un Dios que permite el dolor no es el Dios de los cristianos. Sin embargo, este personaje quiere ser solo un leve atentado que nos explica que Dios está en y más allá de mi sufrimiento. Tendremos que esperar a Jesús, la revelación de Dios, para que con sus gestos, obras y palabras nos explique que Dios está junto con los que son victimizados y empobrecidos de todos los tiempos. Más en la línea de la esperanza es la confesión del Apóstol Pablo. Él se siente llamado a predicar el Evangelio que se le ha sido confiado. Pablo es consciente de su misión que le lleva a ser apóstol de esperanza para los débiles y que como él mismo lo afirma en esta Primera Carta a los Corintios “se ha hecho débil con los débiles para ganar a los débiles y todo a todos para salvar a toda costa a algunos”. Que a ejemplo del apóstol no nos falte el deseo de aliviar y socorrer a nuestros hermanos y hermanas que pasan alguna necesidad a nuestro lado.
La esperanza plena sólo nos la da Jesús a quien sus contemporáneos le llevaron todos los enfermos y endemoniados. Jesús que es sensible a su sufrimiento los cura, alivia y les da su paz. Parece que San Marcos nos quiere presentar en su Evangelio un Jesús que no tiene descanso puesto que después de su actividad apostólica se desplaza al desierto a orar a su Padre Dios y luego invita a sus discípulos a acompañarlo en su predicación a los otros pueblos. Por eso el buen Papa Francisco una y otra vez nos indica que somos una Iglesia en salida; esto es, una Iglesia que no se acomoda sino que está llamada a servir a los que sufren hoy. Nuestro desafío es ser esa luz de esperanza con los que caminan a nuestro lado. Que nuestras acciones, deseos y oraciones sean para el culto a Dios y el servicio a nuestros hermanos.
Padre Hernán, S.J.