June 4, 2017
El Espíritu de Vida
Hoy concluimos nuestra celebración de cincuenta días de Pascua con la gran fiesta de Pentecostés – nuestra celebración del don del Espíritu Santo a nosotros y nuestra iglesia.
Todos nosotros que fuimos bautizados en Cristo Jesús recibimos el don del Espíritu de Dios. En nuestro bautismo, recibimos el mismo Espíritu que Jesús recibió en su bautismo en el rio de Jordán. A través de bautismo en el agua y el Espíritu, ahora moramos en Dios y Dios mora en nosotros. ¡Increíble! Nuestra lucha es cultivar esa vida de Dios dentro de nosotros para que nuestra tendencia de pecar disminuya y nuestra fidelidad a la vida de Dios dentro de nosotros aumente. Sólo podemos cultivar esa vida de Dios dentro de nosotros a través de un hábito regular de oración, y a través de nuestra participación en los sacramentos. Para disminuir nuestra tendencia de pecar requiere nuestra atención particular al sacramento de reconciliación (confesión). Cuando buscamos este sacramento regularmente, identificamos las áreas en nuestras vidas donde pecamos más frecuentemente para que, con el poder del Espíritu de Dios, esas áreas de pecado en nuestras vidas puedan disminuir como nuestra fidelidad al camino de Dios aumenta. El Espíritu de Dios puede transformarnos y permitirnos reflejar más fielmente la vida de Dios en la cual ahora participamos.
Tenemos que recordar que Jesús prometió que el Espíritu guiaría y protegería la iglesia cristiana de todo error. Nuestra iglesia católica enfatiza la protección y la preservación de la tradición que hemos recibido de nuestros antepasados en fe. Esto es bueno y necesario. Pero al mismo tiempo, tenemos que ser abiertos a la inspiración del Espíritu para que nuestra iglesia pueda responder a circunstancias nuevas y necesidades nuevas. Tenemos que mantener un equilibrio entre nuestro deseo legítimo de preservar la tradición que hemos recibido y la necesidad de estar abiertos a la inspiración del Espíritu de quien podamos recibir la invitación de aceptar cambios en la iglesia para que nuestra iglesia pueda responder a nuevos pueblos, nuevas realidades y nuevas circunstancias.
¡Demos gracias a Dios por el don del Espíritu de Dios a nosotros como individuos y a nuestra iglesia!
Padre Marcos Hallinan, S.J