May 22, 2016
El Don y El Desafío
Como celebramos hoy el gran don que es el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, tenemos que recordar la tensión inherente en este don. Recibimos el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo para que podamos ser Cristo para otras personas.
No podemos negar que nuestra recepción del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo tiene una dimensión sumamente personal. En nuestra comunidad parroquial, veo dos extremos con respeto a la Eucaristía. Hay muchas personas que no reciben la Eucaristía, o reciben raramente, porque ellos tienen un conocimiento profundo que son indignos de recibir este don. Sólo si está en pecado grave, debe abstenerse de recibir la Eucaristía. Pero si hay pecado grave en su vida, venga a confesión para recibir absolución de este pecado para que pueda recibir la Eucaristía. Con respeto a los pecados pequeños, la Iglesia enseña que la Eucaristía borra nuestros pecados más pequeños aunque todavía debemos confesar estos pecados para mantener una buena conciencia y nuestra fidelidad al camino de Jesucristo. Un segundo extremo en nuestra parroquia, y en la mayoría de las parroquias católicas, es que las personas reciben la Eucaristía sin seriedad suficiente –especialmente los jóvenes. Nunca debemos recibir la Eucaristía sin una oración privada en la cual reconocemos lo que vamos a recibir, la presencia real del Cristo Resucitado bajo la apariencia de pan y vino, y lo que este don requiere de nosotros.
Este don requiere que somos Cristo para otras personas. La Eucaristía no es sólo personal. Tiene una dimensión pública, comunal también. Recibimos el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo para ser Cristo para otras personas. Debemos encarnar en nuestras vidas la compasión de Cristo, la misericordia de Cristo, la bienvenida que Cristo les dio a todos los que entraron su vida, y la preocupación que Cristo tuvo por los pobres y los más vulnerables en su época. Esto es como recibimos la Eucaristía dignamente. Deseamos sinceramente que a través de nuestra recepción de la Eucaristía, nos hagamos la presencia real de Cristo en nuestro mundo.
¡Que todos nosotros recibimos este gran don con alegría y el compromiso que requiere!
Padre Marcos Hallinan, S.J.