March 4, 2018
“Destruid este templo y lo levantaré en tres días”
(Juan 2:19)
Ya casi estamos en la mitad de la Cuaresma. Hace pocas semanas recibíamos la ceniza y en un par de semanas más tendremos los ramos que dan inicio a la semana mayor. En otras palabras, estamos en el tiempo medio desde que reconocíamos que somos pecadores hasta cuando con las palmas reconoceremos a Jesús como el Mesías de Dios. Pero hay que resaltar que nos preparamos para celebrar la Pascua de Cristo y no simplemente su Pasión. La primera lectura no es un simple listado de reglas fáciles de olvidar y más difíciles de cumplir. Los mandamientos quieren ser unas reglas que facilitan el contacto y recta relación con Dios y con nuestros semejantes. Cada uno de los mandamientos quieren ser un recuerdo de la alianza entre Dios y su pueblo elegido. Si bien se habla de castigo que incluyen la tercera y cuarta generación no es menos cierto que las bendiciones para quien los cumple se multiplican de generación en generación. Esto es, la misericordia de Dios es infinita puesto que su amor dura por siempre. Para San Pablo, tanto los judíos como los paganos de su tiempo estaban cegados por sus mismas expectativas. Los judíos esperaban un “Mesías” político, guerrero y combativo que combatiría y dominaría a los enemigos de Israel. Para ellos un Mesías sufriente y mortal no tenía sentido. Los griegos por su parte ambicionaban las sabiduría propia de los filósofos. Para los gentiles resultaba inaudito que tener como modelo a quien rechazaba la fama, acogía a los débiles y sería llevado a la muerte. Pero la “locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza humana” (1 Cor. 1:25). Por medio de esta segunda lectura debemos recordar que la sabiduría y el poder de Dios se manifestaron en Jesucristo que se humilló hasta la muerte de cruz para poder ser glorificado. El Evangelio de Juan quiere presentarnos a un Jesús que reclama el respeto del Templo de su Padre Celestial y signo de su presencia aquí en la tierra. Jesús se llena de indignación por la profanación que hacen los mercaderes de la casa de Dios. Dice la Escritura que hizo un “látigo con cuerdas” y expulsó a los mercaderes que se habían apropiado del lugar santo. Hoy el Papa Francisco nos recuerda que este gesto de Jesús y su mensaje profético se comprenden a la luz de la Pascua. “Según el evangelista Juan, este es el primer anuncio de la muerte y resurrección de Cristo: su cuerpo, destruido en la cruz por la violencia del pecado, se convertirá con la Resurrección en lugar de la cita universal entre Dios y los hombres. Cristo resucitado es precisamente el lugar de la cita universal —de todos— entre Dios y los hombres. Por eso su humanidad es el verdadero templo en el que Dios se revela, habla, se lo puede encontrar; y los verdaderos adoradores de Dios no son los custodios del templo material, los detentadores del poder o del saber religioso, sino los que adoran a Dios «en espíritu y verdad» (Jn 4, 23).” Pidamos a Jesús no nos detengamos en nuestro caminar hacia la Pascua con las obras de misericordia que nacen de nuestro compromiso con su Padre Dios y nuestros prójimos. Que su ejemplo de obediencia a su Padre Dios sea nuestro ejemplo de paciencia, humildad, justicia y sana indignación que nos lleven a ser más solidarios con nuestros hermanos más pequeños.
Padre Hernán, S.J.